El municipio de Santo Domingo se destaca dentro de la provincia de Villa Clara por ser, tierra de azúcar y de héroes, el olor de la melaza se mezcla con el olor de hombres y mujeres dignos que luchan día a día por forjar un futuro mejor, ejemplos hay cientos: Eustaquio Delgado, Fructuoso Rodríguez, Mario Cazañas, Eugenio Piedra, David Díaz Guadarrama, Jaime Hugo Villella, Pedro Julio Marcelo y otros muchos dominicanos.
El poblado de Álvarez, que en el siglo XVII se dedicaba a la ganadería, fue el primer asentamiento poblacional de la zona de Santo Domingo. Sus pastos eran usados para el descanso del ganado proveniente de las regiones orientales de Cuba y con destino a la capital. Sin embargo, el desarrollo de la red de líneas férreas y del cultivo de la caña en zonas con mejores condiciones hizo que Álvarez perdiera su importancia, en forma progresiva, como polo dinamizador del territorio.
Por esta causa, se estima que, en octubre de 1819, se fundó el poblado de Santo Domingo, cuando la Junta de Fomento de la Población Blanca compró el corral de ganado mayor y ganado menor de ese mismo nombre. Lo que más caracterizó siempre al municipio fue, sobre todo, su alta dependencia agraria en las ramas cañera y no cañera.
Los primeros ingenios en la zona datan de 1841. En la década de 1870, la producción azucarera del municipio tuvo acceso no sólo a los puertos de Sagua y Cienfuegos, sino también a los de Cárdenas y La Habana, gracias a la construcción del ramal de ferrocarril que comunicaba con esas ciudades.
Al parecer la Guerra de Independencia (1895-1898) y las difíciles condiciones que prevalecieron durante el transcurso de la Primera Intervención Norteamericana (1898-1902) arruinaron a la mayoría de los ingenios de la zona, que se convirtieron en potreros o colonias controladas por tres centrales azucareros: el María Antonia, el Ulacia y el George Washington, los que permanecieron hasta el inicio del período revolucionario.
Aunque la producción cañera era la dominante en el siglo XX en la economía de Santo Domingo, nunca pudo desplazar a la ganadería. En 1946 el 61,4 % de la superficie del municipio se dedicaba a pastos, el 20,6 % a cultivos, el 6,5 % cubierto de marabú, sólo el 2,5 % era de bosques y el 8,4 % restante dedicado a otros usos.
La ganadería se concentraba en las sabanas de Cascajal y Manacas, y los alrededores de Rodrigo. En la década de 1940 existían 8 grandes latifundistas ganaderos, el mayor y más poderoso de los cuales era José Eleuterio Pedraza, dueño de más de 1000 caballerías, cuya hacienda Gratitud se extendía desde Manacas hasta Corralillo.
En la década de 1950 los suelos arenosos de Manacas atrajeron inversiones norteamericanas para la producción de tomate destinado a la exportación hacia los EE.UU. La inversión más importante se realizó en un sitio denominado Copa, nombre que aparecía en los envases del tomate y que se supone, era el apellido de uno de los socios de la firma exportadora. Esta plantación llegó a tener hasta 400 trabajadores que se empleaban en la producción agrícola y en las naves empacadoras. La exportación se hacía en avionetas.
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